Como casi siempre en estos casos, la herencia se recibe con dolor pues la herencia viene precedida por el óbito de un ser, en este caso sino querido, ya que no le conocía, si respetado y sobre todo admirado.
Hoy me he despertado con la desagradable noticia de su muerte e inmediatamente me he declarado heredero. Heredero de su obra, por supuesto y esta declaración de heredad no es ni más ni menos que un modesto homenajea su persona y su obra.
Hace ya unos años que leí El hereje, su última novela, hace más años todavía que vi la película de Mario Camus, Los santos inocentes, magistral adaptación de otra de sus obras, pero esta declaración lleva la promesa de leer más obras suyas, así es que La sombra del ciprés es alargada será mi próxima lectura.
Larga vida Don Miguel, paisano y maestro
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